Cuando iba al colegio y salía después de un duro día de estudiar necesitaba energía y recuerdo que había una tienda al lado de la boca de metro dónde tenían unas napolitanas de ensueño en el escaparate y me quedaba muchas veces embobada viendo aquellos bollitos rellenos de chocolate como si no hubiera comido en todo el día. Cada cierto tiempo caía una, no podía abusar porque de más joven sólo con mirar esos bollitos engordaba y me salía acné (malas jugadas de la juventud). Cuando compraba una me la envolvían y me la iba comiendo de regreso a casa sentada en el tren con su traqueteo y degustaba hasta el último bocado.
Haciendo honor a tal recuerdo de mi joven infancia y de una forma más sencilla y casera, os traigo una receta fácil de hacer, rápida y que es muy socorrida si tienes peques para merendar o necesitas un antojo para desayunar como yo.